domingo, 25 de abril de 2010

LOS CELOS: UNA DEFENSA CONTRA LA AMENAZA DE UN NUEVO NACIMIENTO

Copio un articulo que quiero compartir y tener a mano ahora que me veo en esta situación. Podeis ver el artículo en su página original pinchando aquí.











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Los celos son una emoción natural, propia del desarrollo normal del niño. Parten de la necesidad de exclusividad, de protagonismo y de atención de los padres. No se pueden evitar , pero sí se pueden atenuar y ayudar a gestionar, para que no se cronifiquen y generen problemas más importantes en la etapa adulta. Las características personales del niño, su tolerancia, autoconfianza, y seguridad interna, son factores que intervienen directamente en la eliminación de cualquier sentimiento de inferioridad o celos entre hermanos.

La rivalidad surge entre los seres humanos como emoción primitiva en busca de la supervivencia. Por ello no es raro que ante el nacimiento de un hermano, el primogénito se sienta destronado y vea cómo peligran los privilegios que hasta entonces recibía de sus padres, de forma exclusiva. Es entonces cuando necesita llamar su atención, resaltar su superioridad.

Bien es cierto que la relación paterno y materno filial, se ve afectada por la llegada de un nuevo miembro a la familia ya que se producen cambios desde el primer día. La madre permanece unos días fuera de casa, ya no se le puede dedicar el mismo tiempo para jugar y estar con él, las salidas y actividades se pueden ver limitadas...


La forma en que el niño manifiesta los celos suele consistir en:

Se produce una regresión hacia comportamientos más infantiles: recuperar el chupete o el biberón, volver a hablar como un bebé, exigir que le den la comida o le lleven en la silla.

Pueden aumentar las rabietas y manifestar comportamientos agresivos: mordiscos, empujones, peleas.

En ocasiones vuelve a hacerse pis o a chuparse el dedo.

Busca llamar la atención desobedeciendo, molestando, incluso intentando dañar o fastidiar al hermanito.

El apetito y el sueño también se pueden ver afectados, se vuelven más inapetentes, les cuesta conciliar el sueño o aumentan las pesadillas y el miedo.

Están más sensibles, lloran con facilidad, pierden interés por el ocio, disminuye su rendimiento escolar...

Todas estas reacciones son normales si suceden de forma temporal y no alteran significativamente el funcionamiento familiar. Es importante no regañar e intentar comprender y apoyar al niño/a, buscando alternativas para manifestarle nuestro cariño y atención.


¿Qué podemos hacer?

Todo cambio en la vida del niño provoca reacciones emocionales que podemos ayudar a controlar.

Dar información previamente, anticipar de forma realista las consecuencias que puede traer dicho cambio, transmitir seguridad y protección, pueden ayudar al niño a prepararse y adaptarse mejor a dicho cambio.

Así pues, desde el embarazo le podemos informar de lo que sucederá, de los cambios que pueden llegar, justificarle las ausencias,los nervios, las prisas, explicarle cualquier duda que nos manifieste, llevarle al hospital para que comparta el acontecimiento...

Es importante cambiar en lo mínimo sus hábitos desde el primer día, permitiendo que le cuide alguien cercano y en su propia casa, si es posible, acudiendo al colegio o a la guardería, y procurar dedicarle la misma atención de siempre, jugando, mostrándole cariño, acompañándole en sus rutinas.

Hacerle partícipe de todo, colaborando en la preparación de la habitación, en la elección del nombre, en el cambio de pañales, en el baño o paseo del bebé, y que se sienta protagonista de la situación, ayuda a la aceptación del nuevo nacimiento.

Resulta positivo fomentar la relación y comunicación entre los hermanos ya desde el final del embarazo, que pueda hablarle, tocar la tripita de mamá, cantarle y contarle sus cosas.

Debemos ignorar en lo posible sus reacciones negativas, gritos, llanto, rabietas, y reforzar todo acercamiento y comportamiento positivo. Ello le ayudará a regular sus emociones y conductas.

Si le hacemos partícipe de los beneficios y privilegios que conlleva el ser hermano/a mayor, este papel le resultará más gratificante y privilegiado. Sentirá que las posibles pérdidas que haya tenido, de atención o exclusividad, se ven recompensadas. Así dejarle unos minutos más antes de irse a la cama, acompañar a uno de sus progenitores a realizar gestiones, comer con ellos, en sus horarios, pueden ser algunas opciones.


Seguir fomentando una relación sana entre los hermanos

Los celos son inevitables, pero a veces somos los adultos quienes, sin buscarlo, contribuimos a alimentar una relación conflictiva y de rivalidad entre los hermanos. Fomentar una relación sana entre ellos, contribuye a generar una integración adecuada en la sociedad, enseñándoles a respetar a los demás, a compartir, perdonar y confiar.

Pongámosles las cosas fáciles: evitemos que el menor coja juguetes del mayor, no les comparemos en cualidades o comportamientos, valoremos las diferencias y fomentémoslas. Según las edades y características de los niños, tienen obligaciones, necesidades y recompensas diferente.

Fomentar el juego conjunto, actividades de equipo, en familia, y reforzar por la interacción pacífica y amistosa. Modelar la forma de resolución de conflictos, ayudar a buscar soluciones alternativas a la agresión o el enfrentamiento, es una manera de minimizar la rivalidad y los conflictos.

Cuidado con las exigencias hacia el mayor. Presionarles o acelerar su desarrollo evolutivo, haciéndole asumir o desempeñar comportamientos responsables o excesivos para su edad (comer solo, beber en vaso, dormir en cama...), tras el nacimiento del bebé, puede no ayudar a un desarrollo emocional sano.

De igual forma, pedir que sean condescendientes y comprensivos ,siempre, con su hermano menor, “déjaselo que es pequeño” “no le hagas rabiar”, así como presionar y dirigir lo que debe sentir “hay que quererle mucho”, “dime, cuánto le quieres?”, fomenta tensiones y emociones negativas. Por el contrario, escuchar y aceptar sus sentimientos negativos “es un pesado, un rollo, ojalá no hubiera nacido...”, hablarlo con tranquilidad con él, decirle que le entendemos, le da seguridad y le ayuda a manejar mejor sus emociones.

Cada niño debe sentir que es especial para sus padres. Los celos irán desapareciendo con el tiempo si cada hijo, sigue viendo que tiene un lugar único en el afecto de sus padres, y que los hermanos lejos de ser una amenaza, un rival, llegan a ser compañeros, amigos, en quien apoyarse y con quién compartir. La clave, como siempre, está en fomentar en el niño una alta autoestima.

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