lunes, 18 de enero de 2010

La consciencia desde el principio


Me he permitido poner exactamente el mismo título que pone María en su blog y que me ha transmitido tranquilidad, sinceridad, amor, fuerza, energia, belleza, naturaleza.... Lo copio tal cual lo expresa ella. Me ha encantado su forma de expresarlo y espero que mi parto en casa sea tan orgasmico como lo ha sido el suyo.

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"Cuando parí mi niño estaba eufórica. Salí caminando del paritorio, tenía ganas de decirle a todos: he parido, he parido, he parido! un subidón enorme.

El parto fue un trabajo inmenso, un trabajo en equipo. Hice la dilatación caminando por el pasillo del hospital, entre la sala de espera de maternidad y la de pruebas urológicas. Recuerdo que había un montón de viejos pendientes de su próstata, me miraban de tanto en tanto. Pensé que lo suyo era vejez, y lo mío juventud, la vida comenzaba en aquel momento.

Cuando me apretaba el dolor, a la altura de los riñones, me agarraba a la pared, trataba de agacharme, respiraba profundamente y contaba: 1,2,3,4,5.... mi compañero presionaba con sus manos mi espalda, en un masaje liberador, y yo visualizaba las olas del mar, ahora llegan a la orilla, olas de dolor, a cada contracción más cerca estaba de ver a mi hijo, por fín. Cada ola traía un estado de concentración único, me metía cada vez más en mí misma, y en conectarme con mi niño: le decía, venga, desciende, venga, rota, venga, deslízate suavemente, te llega mi amor, te llega mi oxígeno, estamos trabajando muy bien, todo está bien, estamos juntos los tres.

Fueron unos momentos de marea viva, de pronto todo cesaba, bebía agua, descansaba, miraba a los ojos de mi chico y veía que estaba allí, muy cerca, muy conectado. Y de nuevo las olas.

Cuando sentí las ganas de empujar éstas vinieron de improviso, la sensación era de una presión enorme en la zona baja del vientre, y dije: que viene, que está aquí. Si me hubiese quedado en el pasillo posiblemente me hubiese puesto de cuclillas o de rodillas, y en dos empujones hubiese nacido Pelayo. Pero alguien dijo: vamos dentro, y entonces, mi cerebro consciente hizo lo que la madre naturaleza proyecta, entró en miedo, y paró el proceso.

Dentro se pusieron nerviosas las comadronas, no empujes, y cómo se hace? piénsalo, controla, y claro, ahora sé que si piensas no dejas al cuerpo seguir su instinto. Hasta que dije, lo tengo aquí mismo y ahora, entonces ellas entendieron que conmigo no había nada que hacer, que mi instinto era más fuerte que mi razón, que el parto venía rápido. Las contracciones fueron más y más seguidas, las olas agitaban el océano, me mecían, me llevaban, dejé salir el grito, me decían no grites y me daba igual, era un canto de sirena, era una llamada desde lo más profundo: ven, ven, te espero.

Lo que llaman expulsivo fué rapidillo, el niño era pequeño, tenía prisa. Ya no había dolor de ningún tipo, era otra cosa, un éxtasis, como un orgasmo. De verdad, una sensación única de placer. Y de pronto tengo encima un niño: caliente caliente, húmedo, me mira, me quedo enganchada en esa mirada: soy tu mamá le dije, y me miró, él ya lo sabía. Me sentí orgullosa de mi niño, de mí misma, de mi compañero. Me sentí en paz, una paz eterna.

Me despedí de mi placenta, ese órgano creado expresamente para cuidar a mi niño durante tanto tiempo, esa masa viscosa, caliente, palpitante. Si hubiese sido yanomami la hubiese enterrado bajo mi hamaca, si hubiese sido nipona me la hubiese comido. Pero como estábamos en un hospital debieron de tirarla después de que les pidiese tocarla. Adiós, dije, gracias.

Y por qué cuento esto ahora? por qué después de tantos meses? Porque aún hay quien dice que el parto es un riesgo innecesario, que es doloroso, que es un asco, que debiera ser evitable. Porque es peligroso pensar así. Es cierto que gracias a las cesareas se salvan la vida de la madre y del hijo en un montón de casos, menos mal que existe. Y a la vez, las mujeres hemos de reivindicar nuestros partos, somos poderosas diosas que damos vida, somos una fuerza de la naturaleza encarnada en nuestro vientre, estamos preparadas para parir, como para comer, dormir, defecar, es algo tan natural como fisiológico. Y a la vez es una experiencia única, la posibilidad de ser consciente desde el principio de la vida, de poder dar la oportunidad de salir por sí mismo a un hijo. Sí, el bebé tiene que rotar, tiene que descender, tiene que empujar, tiene que gritar, tiene que currárserlo. Y todo adquiere un sentido. La vida tiene sentido, no despojemos del mismo al parto. Seamos valientes, escuchemos nuestros cuerpos, nuestro sentido común, nuestras ganas de locura. Seamos locas, porque la razón tapa la herida y hemos de dejar salir el dolor para ganar el cielo."

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