jueves, 31 de diciembre de 2009

Entre el perro y el gato, la gallina… (Carlos González)

Picoteaba un día una gallina
entre unos desperdicios de cocina
cuando le sobrevino un deseo urgente
de alzar la vista al frente
y caminar con paso vacilante
(el cuello para atrás y para adelante)
hacia un montón de paja allí dispuesto.
Cacarea, se sienta, se menea,
pica, repica, suplica, tuerce el gesto,
se levanta, se vuelve, cacarea,
puja, empuja, apretuja y pone un huevo.
Un gato, que de todo fue testigo
(aunque el suceso no era nada nuevo)
reflexiona, lamiéndose el ombligo:
“A las puertas del siglo XXI,
y que aún pongan los huevos de uno en uno!”
No alcanza a comprender su alma felina
que una simple gallina,
no sabiendo de ciencia, ni de oficio,
sin el auxilio de gente preparada,
ni acceso al beneficiode la moderna técnica avanzada
esté a poner un huevo autorizada.
Se acerca el gato a un perro que dormita
al sol junto al corraly al oído unas frases le musita
en tono coloquial:“¿Se ha fijado, colega
en cómo pone la gallina, ciega
al peligro, sin método ni nada?
Hemos de poner fin a un sufrimiento
que hace de las gallinas instrumento
de la naturaleza desatada.”
“Tiene razón”, responde el aludido,
“que es la puesta una empresa complicada
para hacerla en un nido.
Hay que abrir un centro veterinario,
a modo de huevario,
en el que sea la puesta controlada
y el huevo por expertos atendido.”
Buscar deciden, pues, a la gallina
que a la puesta parezca más cercana,
y resulta ser tal la Serafina.
El gato le pregunta: “Díme, hermana,
¿no notas de algún huevo la venida?”
“Nada noto” — “¡Es puesta retenida!”
“Hemos de proceder sin dilación.
Estírate para la exploración.”
“¿Me siento así?” — “¡No, tonta, boca arriba!”
Procede a desplumar el perineo
(¡qué vergüenza!). “Colega, ya lo veo.
Con una lavativa
y una infusión de hormonas adecuada
habremos de inducir ahora la puesta;
y una vez dilatada,
hacer palanca con una cuchara
y recoger el huevo en una cesta.”
(Hubo de dar el gato una tajada,
porque, si no, no entraba la cuchara.)
Ya se extiende la voz:
¡Por fin la cienciada respuesta a este problema diario!
Las gallinas, con suma diligenciaacuden al huevario.
Y es fama que de ciento que allí ponen
son las cien boca arriba desplumadas
las noventa tajadas,
las cincuenta inducidas,
cuarenta instrumentadas,
y algo más de treinta
salen con un buen corte en la barriga.
Tan sólo una recela: nuestra amiga
que iniciaba esta historia.
Porque es gallina vieja, que ya ha puesto
mucho huevo en la vida, y todo esto
le huele más a esclavitud que a gloria.

¿No ha de tener mi cuento moraleja?

Hela aquí: Mujer, no seas gallina,
y si lo eres, sé gallina vieja.
Pregunta al que entusiasta te aconseja
métodos tan científicos y nuevos.
“¿Ayudas tú en verdad a la gallina,
o sólo vienes a tocar los huevos?”

Carlos González

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Asociaciones de ideas

Hoy ha sido la cena con las amigas de navidad y hablando y hablando hemos llegado al tema de las manias de cada una jajajaja, os cuento las que tenemos que como poco me han parecido curiosas:

L: - Cuenta los modulos que hay en los armarios. En casa de sus padres hay 23 y siempre que va tiene que contarlos. De hecho no puede evitar contar todos los modulos de los armarios de todas las casas a las que va. - Se que hay alguna otra pero ahora mismo no la recuerdo.

N: - Cuenta las matriculas de los coches para que siempre sumen 10. Da igual si los suma o lo resta, lo importante es que den 10. - No se puede dormir sin comprobar que tiene todas sus tarjetas de crédito en el monedero.

E: - No puede pisar las tapas de las alcantarillas. - Tambien suma las matriculas pero a ella le tienen que sumar 15. Dice que la matricula perfecta es la que tiene tres cincos y un cero. - El volumen de la radio del coche nunca puede ser 13.

Yo misma: - Me encanta el olor del yeso fresco, de hecho me dan ganas de comermelo. - Cuando duermo de lado siempre el pelo me tiene que estar tapando la oreja que me queda al descubierto.


Ya ves!!! y luego una piensa que es rara...

martes, 22 de diciembre de 2009

El día que te conocí (parto en casa)

He decidido empezar a recoger información e historias de partos, mis preferidos los que son en casa como este que me ha llegado a través de el foro de "El parto es nuestro". Muchas gracias por dejarme publicar tu maravillosa historia.

La verdad que viendo lo poquito que me queda para pasar por la misma experiencia me da animos y me quita miedos. De hecho he pensado colgar un cartelito en la puerta diciendo algo así como: "No molestar, estamos de parto" y evitar que algún vecino se asuste y llame al 112 jajajajaja.

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A las seis de la mañana del 23 de Junio, me levanté a hacer pis, como tantas veces durante las últimas noches. En cuanto puse los pies en el suelo, escuché un ¡clack! pensé ¿clack?. Nada más dar el primer paso comenzó a salir el líquido en el que habías flotado durante nueve meses, no tuve dudas, tu bolsa se había roto. ¡Qué emoción!

- Te veré la carita, no sé cuándo, pero el viaje ha empezado.

A las ocho desperté a papá, no podía esperar más para contárselo (no recuerdo qué hice durante esas dos horas, más que experimentar un poco cómo salía el líquido amniótico al relajar los músculos).

Estaba eufórica, y eso que había dormido sólo cuatro horas. Cuando le dije ¡se ha roto la bolsa!, se levantó de la cama como la niña del exorcista. ¿¿¿qué???

Así que llamamos a Cristina (Graciela estaba de vacaciones) qué es la última joya (y cuando digo joya digo bien) que Emilio había encontrado para trabajar con él. Ese mismo día habíamos quedado para conocernos en casa y mira por dónde tuvo que venir de igual manera. Eran las diez de la mañana cuando llegó, su visita nos dejó felices (a mí me preocupaba que no hubiese ³feeling², puesto que sobre la cuestión médica no tenía dudas, pues pertenecía al equipo de Urdimbre, y eso para mí era suficiente, aunque lo del feeling era importante). Fue como si nos conociésemos de toda la vida, llenó la casa de luz, tranquilidad y alegría.

Sobre las doce vino Emilio. Yo tenía contracciones irregulares sin dolor pero eran distintas a las que había tenido durante el embarazo (en las que se me ponía la tripa dura de abajo a arriba, como bien explica Consuelo Ruíz). Charlamos tranquilamente un buen rato. Aproveché para preguntarle cómo se había metido en este mundoŠ y muy resumidamente puedo decir que por amor a las mujeres, a la naturaleza.

Durante las visitas de Emilio y Cristina, las contracciones se pararon, pudiendo comprobar así lo cierto de la frase (la oxitocina es una hormona tímida) de Michel Odent. Al rato de marcharse Emilio, entré en mi habitación y no salí (a excepción de algún paseo por el pasillo) hasta las dos de la mañana.

Recuerdo trozos sueltos. A papá ofreciéndome comida que no quise, ayudándome a buscar posturas. Intentando dormir pero cualquier postura que se acercase a estar un poco tumbada, me molestaba mucho más que estar de pieŠy así pasó el tiempo, hasta que vino Cristina a las siete de la tarde.

- ¿Cuanto tiempo llevas así?-, refiriéndose a mi dolor.

- ¿ Por qué no me has llamado antes?... - No lo sé - fue lo único que pude contestar.
Su visita fue un regalo, me apretaba con sus manos a la altura de los riñones, y me decía ³vamos a hacer que el dolor no se quede aquí², y deslizaba sus manos a lo laaargo de mis piernas. Fué como una anestesia, y sentí un alivio inmediato. Además me daba ánimos con sus palabras:

- ¡Muy bien Rebeca!, estas son las contracciones que queremos y no las de esta mañana (aunque yo no pensaba igual jeje) También me ayudó con el ¡¡aaaaaAAAAAAA!!... El tema de las manos de Cristina a día de hoy me tiene fascinada, para mí fue como magia. Desde entonces pienso que tiene unas manos ¡¡¡poderosas!!!.

Estaba tan a gusto con ella que sentí la necesidad de decirle: ³Por favor, no te vayas², pero se había comprometido con una guardia en el hospital de Valdemoro. Viéndome por la mañana no parecía que el parto fuera a progresar para ese día y tengo que reconocer que me hundí cuando me lo dijo sin saber ¡con qué cara mirarme!, la pobre. Al final, acordamos que viniera Susana en su lugar, pues yo quería una mujer.

Estaba desanimada y me ofreció hacerme un tacto para ver si estaba dilatada. Me lo pensé un rato, pues me daba miedo que me dijese que no había dilatado nada y querer pegarme un tiro. Accedí,
- Dos centímetros - y pensé: - ¡No lo aguanto!-

Recuerdo momentos de lucidez y otros que no recuerdo nada (la mayoría). Mucho calor, la casa cerrada entera (no quería que me oyeran los vecinos), aunque también tenía la necesidad de cerrar el espacio. Bebí mucho Aquarius Papá me abanicaba con sólo hacerle un gesto con mi mano, y paraba de igual manera, ya que tan pronto me faltaba el aire, tan pronto me molestaba.

Sé que en varias ocasiones me acordé de las mujeres que paren en el hospital la luz, las preguntas, los ruidos, obligadas a estar tumbadas ¡con lo que dolía tumbada! ¡con lo que me molestaba la poca luz que había en casa! Pufffff

Emilio volvió no sé a qué hora con su mujer Sonia, que se ofreció acompañarme (ya nos conocíamos de antes), pero ni siquiera quise que entraran en la habitación ya no estaba con ellos. El rato que estuvieron en casa, papá no vino a la habitación y cuando volvió le pregunté por qué me había dejado sola y me respondió que Emilio le decía que me dejase sola un rato (al más puro estilo Odent, para que progresara más el parto), ¡¡¡con lo que me enfadé con papá!!!

- Yo quiero que estés conmigo, ¡no quiero estar sola! -

A pesar de que durante el embarazo siempre pensé que el día del parto preferiría estar sola y papá y la matrona en la habitación de al lado, también al estilo Odent, pero nada más lejos de la realidad.

Susana llegó a las once de la noche. cinco cm (otro bajón). Me hizo masaje sacro-craneal y sólo recuerdo el dolor, porque me tumbé para ello. Después se sentó en la cama para que yo apoyase mi espalda contra la suya, puesto que no quería moverme de esa postura y esto también me alivió. A veces papá me sugería alguna postura, pero yo no tenía intención de moverme por si me dolía más...

Probé la pelota de dilatación, que me aliviaba mucho si no fuera por que me caía de ella al quedarme dormida. Tenía muchísimo sueñoŠ Nos habíamos acostado a las dos de la mañana y mi visita al baño fue a las seis, así que afronté el parto con sólo cuatro horas de sueño y eso no ayudó, la verdad.

Papá se fue un rato a preparar la piscina, otro gran alivio, y allí estuve durante dos horas. Cuando Susana me ofreció un tacto y me dijo que estaba de ocho cm, empecé a lloriquear y decír

-¡No puedo más!, ¡¡¡córtame!!! - le decía (serían las tres de la mañana). Estoy segura que si llegara a tener la intención, no le hubiera dejado, pero a ratos sentía la necesidad de hacerles ver lo mal que estaba. Obviamente Susana no me hizo ni caso.

En la pisci, con una mano agarraba a papá y con la otra a Susana (no les dejaba moverse), y a las dos horas de estar en remojo, Susana me dijo que sería mejor salir porque a veces los partos se estancaban tanto tiempo en el agua.

De camino a la habitación me dio una contracción más fuerte, no sé si por salir del agua, porque tocaba o lo que sea. Fui al baño porque tenía ganas de hacer caca, pero rápidamente ví que no era eso, y en seguida pensé:

- Si nace aquí la niña, se me cae a la taza. ­

Era la segunda vez que pensé que ibas a nacer. La primera cuando rompí la bolsa, pero en el resto del proceso, no lo tuve presente. Esto me da pena porque siento que si con cada dolor hubiera pensando que iba a conocerte lo hubiera pasado de otra manera pero mi cabeza iba donde ella quería, y de eso se trataba.

Entré en la habitación, siempre pensé que sería ahí donde me encontraría a gusto para que nacieras. (más tarde papá me dijo que en ese momento estaba muy animal, como buscando mi sitio). Me agaché en cuclillas (en el hueco mas pequeño que había) y al rato Susana me djo :

- ¡¡¡Ya tienes que empujar!!! Yo no entendí porque me lo decía pues justo pensaba que nadie mejor que yo sabría cuando hacerlo, pero acababa de escuchar tu latido y pensé ­me dice que empuje porque mi niña está mal-. Total que empujé con todas mis fuerzas pero sin ganas.

Para la siguiente contracción tuve unas ganas locas de empujarŠ ya no había miedo ni dolor y ahí ¡¡¡salió tu cabecita!!!. Tenía las piernas que me quemaban y no me respondían de estar en cuclillas, intenté cambiar un poco de postura, para recuperarlas y que me ayudasen a empujar la siguiente contracción, a la vez que papá y Susana me daban ideas de posturas...

-Déjame que yo te coja ,me decia papá ­

Y Susana también me animaba a lo mismo, pero yo sólo quería recuperar fuerzas para volver a la misma postura. Hubo un momento que pensé: ¡se creen que voy a sentarme encima de la niña!

Con la siguiente contracción, sentí perfectamente como te resbalabas, salió mi pescao pequeño, la sirenita, con los ojos como platos, ¡venías como volando hacia mamá!. El expulsivo duró unos 15 minutos y naciste con tres empujones.

Unos días más tarde Susana me explicó que le había parecido que me estaba aguantando las ganas de empujar y mi recuerdo fue que en verdad me daba miedo. Además me contó que había intentado tocarme para ver como iba la cosa (ya que no había más que una vela de té encendida y ellos no veían nada, mientas que yo veía perfectamenteŠ ¡tan animal te vuelves en el parto!) así que le dí un manotazo y dije ­¡¡¡NO ME TOQUES!!!- A partir de aquíe me animé a empezar a empujar. Y yo pensando que tú estabas sufriendo.

Te recuerdo encogida de piernas, brazos más extendidos, arrugadita y redonda. En seguida empezaste a mamar con muchísima energía, recuerdo oirte respirar y como se limpiaba tu naricita poco a poco. Olía a sangre, ¡¡¡ me encantaría revivirlo mil veces!!!. Fue indescriptible. Eran las 4:27 de la mañana de la noche de San JuanŠ el día que te conocí.

Ni me enteré cuando había llegado Emilio. Se acercó y me dijo ³¡qué bonita es! y ³estás muy guapa. Yo le conté riéndome que le había pedido a Susana que me cortaseŠ Recuerdo que me quedé fría a pesar de estar envuelta en toallas por eso debió tardar en salir la placenta. Emilio tuvo que ayudarme.
Cuando se fueron sobre las siete de la mañana yo me di una ducha y nos vimos a solas contigo.
No tengo palabras ¡¡¡era increible!!!. Nos dormimos los tres juntitos y nos despertaste a eso de las doce de la mañana. Había una luz muy especial, la casa estaba preciosa y tú, cariño, eras lo más bonito del mundo.
Te quiero Martina. Mamá.
PD: No tengo palabras para agradecer a "El parto es nuestro" y al equipo (entero) de Urdimbre, lo que ha supuesto para mi familia encontraros. Habéis cambiado el rumbo de nuestras vidas para siempre. No me cabe la menor duda del embarazo, parto, nacimiento de mi hija, lactancia (seguramente no) y puerperio que hubiésemos tenido de no ser por vosotros. Nos habeis hecho "un regalo para toda la vida" y estoy segura de que si mi hija hablara, os diría algo muy parecido:

¡Gracias!

Martina, Rebeca y Julián.

miércoles, 16 de diciembre de 2009


Copio un texto de Laura Gutzman para tenerlo a mano. Porque no debemos hacer oidos sordos a las necesidades de los niños.

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La evolución desde la dependencia física y emocional absoluta hacia una independencia relativa, es un tránsito muy prolongado....de casi veinte años. El camino que tenemos por delante es enorme. Y eso, todos los niños lo sabemos. También sabemos que necesitamos la asistencia de un adulto para que medie entre el mundo y nosotros.

Por ejemplo, si aún no tenemos capacidad para caminar, alguien nos tiene que prestar sus piernas. Eso significa que esperamos estar siempre, siempre, siempre, en brazos de alguien que camine. Y cuando logramos la marcha....que es un éxito significativo, de todas maneras continuamos necesitando caminar con las piernas de otro. Y mientras no contemos con el lenguaje verbal, esperamos que alguien nombre nuestras sensaciones, nuestra hambre, nuestro dolor de panza. Hasta que alguna vez nosotros mismos podamos nombrar cada cosa.

Sin embargo, con frecuencia, no encontramos piernas que caminen nuestro andar, ni brazos que nos otorguen movimiento, ni palabras que canten nuestras canciones. Lo más grave no es el desencanto, sino el peligro en el que efectivamente estamos. Librados a los depredadores, lloramos con desesperación. Pero en lugar de ser comprendidos, llamativamente, somos desestimados. Algo que ninguna otra especie de mamíferos haría: desestimar el llamado de la cría. En estos casos, cambiamos las estrategias del llamado: probamos enfermando. Lamentablemente obtenemos respuestas sobre la enfermedad, pero no en relación a nuestro ser interior. En ese punto, los niños ya no sabemos cómo explicar que necesitamos desesperadamente la presencia y la mediación de un adulto autónomo. También probamos adaptándonos. Es decir, inventamos que no necesitamos eso que necesitamos. Que hayamos sobrevivido disminuyendo las demandas, significa que hemos relegado a algún lugar sombrío las necesidades básicas que no han sido satisfechas. Pero éstas no desaparecen. Sólo desaparecen para la conciencia. Cuando cumplimos tres años, ya comprendemos fehacientemente que no podemos llorar como un bebé recién nacido, a los seis años mucho menos. Aprendemos a pedir sólo aquello que los adultos están dispuestos a escuchar.
Así nos alejamos de nuestras almas en pena. En ese mismo instante, hemos perdido para siempre la sabiduría de la infancia.

Laura Gutman

martes, 15 de diciembre de 2009

Rechazo a papa


Rey esta triste porque Princesa lo rechaza. Y yo me divido entre ellos dos.

He buscado informacion al respecto y como siempre he encontrado uno de los mejores articulos en Bebes y mas, tambien he encontrado otro articulo similar en pequelia.es y otro mas pero enfocado a los dos extremos en ser padres.

Parece ser que es una etapa mas en el desarrollo del niño y suele darse sobre los dos años que es precisamente el momento en el que intentan por un lado ser independientes pero por otro buscan la seguridad en mama que siempre ha sido la figura principal en su vida. Para un niño pequeño su madre es lo principal y separarle de ella puede provocarle tensión, estrés, angustia....

De ahi las famosas rabietas al no conseguir lo que quieren, al no entender de todo el mundo que les rodea que es bastante mas complejo de lo que parece. En este caso intento ser todo lo empatica que puedo para ver el mundo a traves de los ojos de Princesa y es que a veces quitarse un zapato, ponerse un pantalon o colocar una pieza en lo mas alto puede volverse una tarea complicada.

Me da un poco de pena porque esto Rey no lo ve como tal y cree que Princesa no lo quiere, que solo quiere saber de Reina que la sobreproteje. Me siento dividida entre lo que mis ojos ven de manera tan obvia y los otros no son capaces de percibir.

Es una etapa que hay que dejar pasar con la mayor naturalidad posible, sin imposiciones sino con todo el amor y la paciencia del mundo porque no es sencillo para nadie en la familia. Ni para los rechazados ni para los que rechazan.

Una solucion es estar al pie del cañon, aguantando el temporal e intentar compartir momentos juntos Rey-Princesa sin tomarse a pecho el rechazo, pensando que solo es una etapa mas, que pasara y sobretodo que nadie es culpable de la situacion.

Una frase para repetir muchas veces: "Quiereme cuando menos lo merezca porque sera cuando mas lo necesite"

jueves, 10 de diciembre de 2009

Cuento casero

Hace unas noches se me ocurrió la idea de inventarme un cuento para mi hija que ahora le apasiona. Según lo iba contando pensé que podría servirla para explicarle lo peligroso que puede ser alejarse de mamá o papá cuando salimos a cualquier lado ya que nunca mira atrás ni se preocupa de donde estamos. He decidido compartirlo con vosotras por si os sirve la idea:

CUENTO DE FILODORO

Había una vez un gato muy bonito y muy listo de color negro con las patitas y la tripita blancas que tenia una amiga muy lista, muy lista, muy lista que se llamaba (nombre de mi hija, en adelante Princesa). Se lo pasaban muy bien cuando salían, se iban juntos de paseo, jugaban juntos en el parque y siempre se reían un montón.

Pero un día Filodoro se alejó demasiado de Princesa y se perdió, no encontraba a Princesa por ningún lado y se asustó mucho. Princesa que no encontraba a Filodoro tampoco, le llamaba y llamaba pero no aparecía y también se asustó y se puso a llorar. Un señor muy malo que vió a Filodoro como era tan bonito se lo quería llevar a casa pero Filodoro no quería por lo que llamó muy fuerte a Princesa:"Miau, miau socorro Princesa, ayudame miau, miau" y Princesa que lo oyó fue corriendo a salvarle del hombre malo y lo abrazó muy fuerte y le dijo: "Nunca más te alejes de mi" y le dio un beso muy grande.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

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Lo cierto es que sea mi hija la protagonista del cuento le encanta, me pide que se lo cuente a todas horas y me vale para decirle que tiene que tener cuidado de no alejarse mucho. No quiero meterla miedo con el hombre malo pero tiene que tener en cuenta que ciertas acciones como la de alejarse pueden tener una consecuencia.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Mi primer seguidor!!


No os imaginais la ilusión que me ha hecho entrar hoy en mi blog y ver que tengo UN SEGUIDOR!!!!! jajaja que tonta que soy la verdad, pero me gusta mucho saber que alguien más que yo visita mi blog y que le gusta como para hacerse seguidor (espero que ahora no se borre).

Bueno, pues que sepa que hoy me ha alegrado el día. Muchas gracias Linda.

jueves, 3 de diciembre de 2009

La palabra maldita


Cada día me gusta más el mundo de los blogs y es que no me canso de repetirlo. Hoy he descubierto uno nuevo de unas madres lesbianas que lo han sido hace poco. Con las mismas dudas que hemos tenido todos y con algún problema añadido de la dificultad que radica el ser "diferentes" en un mundo que todavía no ha evolucionado en este sentido. Además, me ha gustado mucho como está escrito, que aunque son artículos largos no se hacen pesados, te llevan por sus pensamientos y sentimientos de una forma profunda y amena. Me ha gustado.

Uno de los artículos habla de la visita al pediatra y de la horrible palabra de mal acostumbrar. No he podido mas que sentirme identificada con lo que comenta. A mi todo el mundo me decía lo mismo "no lo cojas tanto que se va a mal acostumbrar", "déjala que llore que no pasa nada" y consejos similares. Que no sé porqué la gente se cree con derecho a decirte lo que tienes que hacer la verdad. Incluso una vez en el mercado que estaba llorando la pequeña una señora que estaba esperando la cola junto con mi marido le dijo: "Déjala, que ya se cansaría de llorar, que si no luego se mal acostumbran" !¡Pero vamos a ver señora que no la conocemos de nada!!

Al principio, en mi caso, intentamos seguir estos pasos, nos creímos lo que nos decían, pero se hace muy duro ver a la personita que mas quieres en el mundo llorando desconsolada y tú sabiendo que lo único que necesita es que la cojas, que la consueles. Nos turnábamos entre los dos para que no se nos hiciese tan duro. El pobre de mi marido se ponía malo de tener que dejarla llorar y yo también, claro.

Por suerte decidimos que no, que no nos gustaba ese camino. Yo siempre he sido de la idea que cuando llora es que algo quiere y no me puedo creer que un bebé sea capaz de manipularnos o de ser un pequeño tirano como he leído en algunos sitios. Un libro que me abrió los ojos hacia la bondad de los bebes fue "Besame Mucho" de Carlos Gonzalez y ya de ahí comencé mi andadura por la crianza natural.

Parece ser que es algo normal, el llanto es la manera que tienen los bebes de comunicarse, es un periodo, una fase, parte de la evolución del propio niño. Los bebés nacen antes de que sus cerebros acaben de estar desarrollados porque si no sería imposible que pasasen por el canal del parto por eso cuando nacen todavía nos necesitan tanto, nos reclaman a cada instante. No creo que sea necesario dejarles llorar. Es su manera de decirnos que algo quieren y en mi opinión debemos escucharles aunque a veces nos resulte muy duro y nos sintamos como si no tuviesemos tiempo para nosotras mismas. Pero nadie dijo que tener un hijo fuera fácil ¿no?

Y con respecto a lo de mala costumbrarles, estoy segura que cuando tengan 18 años echaremos de menos los momentos en los que nos pedían abrazos y consuelo.

Cuestión de educación

Hay que ver lo egoístas que somos, lo mucho que nos miramos el ombligo y lo poco que miramos por los demás y sobre todo lo bien que se nos da hacernos los tontos cuando queremos.

Ayer me tuve que coger el metro para ir a unas clases de ejercicios para embarazadas y cual fue mi sorpresa que en hora punta con todos los asientos ocupados y yendo como latas de sardinas nadie, absolutamente nadie se levantó para cederme el sitio. Estoy ya en la fase que no se puede ocultar que estoy embarazada, es decir, me miras y te das cuentas que voy con un barrigón por lo que la opción de no levantarse por si acaso no estoy embarazada queda descartada. Por eso aluciné con la poca educación de la gente, verme me vieron, de eso estoy segura.

La próxima vez y dado que no se puede confiar en la buena voluntad de las personas me acercaré al asiento reservado para embarazadas y haré que se levante la persona que está allí sentada aunque creo que eso no debería de ser necesario.

En fin, decidí no enfadarme porque al fin y al cabo el berrinche me lo iba a comer yo solita y eso tampoco es, las malas vibraciones fuera.

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